Para Kim: Una golden con mucho corazón


Mi reloj marcaba un pésimo ritmo, quizá por el sobreentrenamiento que hice durante la semana. Había pensado en que hoy Viernes debía descansar, pero esta vez tenía más ganas que decisión, porque estaba lloviendo y la lluvia tiene ese efecto en mí.


Me faltaban unos kilómetros para llegar a casa de Camila cuando noté que el celular vibraba. Cuando pasa esto, solo significa dos cosas: una llamada de Camila o de mi tía. Son las únicas dos notificaciones en mi celular que tengo activadas, todo lo demás lo veo cuando soy yo quien decide ver el celular. Es mi forma de controlar qué y quién tiene acceso a mi atención.


Pensé que la llamada sería de Camila porque habíamos quedado en ver una película y no le avisé que ya iba en camino. Mi pésimo ritmo hizo que la corrida se alargara en tiempo y, como me faltaban dos kilómetros para llegar, aceleré para dar lo último de la energía que me sobraba. Al llegar a la puerta, el celular volvió a vibrar y le contesté a Camila: "Ya llegué, sorry. Estoy afuera. Me vine corriendo".

La primera llamada no había sido de Camila; fue de mi tía, que llorando me dijo que Kim, su golden retriever de 9 años, había muerto. La había encontrado dormida, unas horas después de que se había salido a jugar. Me dijo que no sabía qué le había pasado, pues todo el día estuvieron con ella. Vieron la inauguración de los Juegos Olímpicos y después estuvieron un rato en el jardín. Un día normal, hasta que la encontró dormida y sin respuesta. El veterinario dijo que lo más seguro es que haya sido un paro cardiaco fulminante del cual ni siquiera se dio cuenta, mientras dormía.


Kim era una golden hermosa de un color rojizo que es muy raro en su raza. Como toda golden, parecía que su propósito de vida era confortar a aquellos que presentía pasaban por un momento difícil. Antes de yo tener a Nico, ella me acompañó en varios duelos y simplemente se acostaba a tu lado para hacerte sentir mejor. Era su forma de decir que todo estaba bien.

Me acompañó en muchas caminatas de reflexión por la mañana, varios amaneceres y una que otra corrida. La última vez que estuvimos juntos fue hace un año. En la noche se acercó a mi puerta y dejé que se subiera a mi cama. Nunca me imaginé que ese sería nuestro último momento y, por otro lado, me da gusto que haya sido ese porque así se fue. Tranquila, en paz y quizá en sus sueños.


Hace unas horas hablé con mi tía y, aunque me imagino su dolor, me dio gusto saber que ella sabe que Kim tuvo una gran vida y fue parte importante de su familia. Lo sé también porque yo lo viví y pude ver la inmensa alegría y felicidad que Kim aportaba todos los días a mis tíos y mis dos primos.


Hay personas que piensan que la pérdida de un perro o una mascota no es para tanto. Siento pena por estas personas porque no saben ni reconocen el amor y la felicidad que un animal puede darle a su vida. Siento pena por los que no se dan cuenta de que una mascota en realidad es parte de su familia.


Desde que mi tía me dio la noticia, he estado reflexionando sobre la muerte y lo que debemos valorar, como nos aconsejan los Estoicos.


"Hay que vivir despedidos". Fue con esta frase que hoy me dijo mi tía y que aprendió en su terapia de duelos, que me dieron ganas de compartir y escribir estos pensamientos en honor a Kim.


: Recuerda que nada es para siempre. Recuerda que puedes irte en este instante o alguien muy querido para ti también se puede ir. Que esa última llamada, el último abrazo, la última caminata, las últimas palabras siempre te hagan sentir feliz porque podrían ser los últimos momentos que compartas con aquellos que dejan de vivir, y de igual manera para ellos contigo.


Hay que vivir despedidos y agradecidos por todo aquello que la vida nos presta y nos concede. No des por hecho los días como si estuvieras seguro de que mañana tendrás uno más. Recuerda la finitud de tu vida, así como la de otras vidas y en especial la de aquellos que más quieres.


Nada es nuestro, todo es prestado, como dice Epicteto y algún día lo tenemos que devolver; así es la naturaleza de la vida. Así es como se nos dice que valoremos nuestro tiempo y aprovechemos lo que tenemos en el presente. Para cuando llegue el momento de devolver lo que te han prestado, no sufras de más ni quieras bloquear lo inevitable. Que tus lágrimas sean suficientes para conmemorar el tiempo que pasaste con lo que se te pidió devolver. Al final, algo es seguro: algún día te reunirás también con aquellos que dejan esta vida, pero por ahora sigue disfrutando y aprovecha el tiempo tal y como lo hacías con quien ya no está. Eso es lo que ellos harían si estuvieran en tu lugar.


Si vas a recordarles, que sea con alegría en el corazón, sabiendo que ahora es su energía la que te acompaña en tu camino. La muerte no tiene la culpa de a veces llegar sin avisar, ni mucho menos de las acciones que no hiciste o te hubiera gustado hacer antes con quien ya no está. La muerte en realidad tiene dos trabajos: enseñarnos a vivir aceptando su naturaleza inevitable y enseñarnos a ser agradecidos, siendo felices con lo que tenemos en el presente. Aquellos que tienen miedo, desprecio o rencor hacia la muerte no han entendido el propósito de su propia existencia como humanos.


Marco Aurelio lo pensó hace dos mil años cuando escribió en su diario: "Algún día vas a morir. Deja que eso determine lo que piensas, lo que dices y lo que haces".

Esa es la puesta en práctica de la frase que me dijo mi tía: "Hay que vivir despedidos"


Y mientras veo a Nico respirar, acostado en el sillón durmiendo después de haber ido a caminar y acompañarme por un café, sé que hoy ya nos hemos despedido.

Sé que hoy ambos disfrutamos este tiempo y recordaremos a Kim con mucho cariño.

Regresar al blog